miércoles, 19 de noviembre de 2008

FALSAS VER/VI -SIONES



Respiro hondo, después de recordar un fotograma de color ambar, gastado por el paso del tiempo.
Abro los ojos y me encuentro en mi habitación, una realidad relativa, que puedo hacer cambiar con solo...
Expiro profundamente y cierro los ojos.


Estamos en la habitación de una casa rural, huele a sábanas limpias y a leña recién cortada quemándose en el hogar. Salgo del cuarto de baño después de una ducha calentita, con un albornoz de algodón blanco atado a la cintura. Tú estás esperándome junto al radiador con una copa de vino tinto en la mano. Llevas puesto aquel jersey azul cielo que tanto te favorece, y aquella fragancia dulzona que dormía todos mis sentidos.
Acepto la copa y el beso. Sentados en el poyete de la ventana, vemos montañas nevadas y una pequeña ciudad escondida que duerme en lo más profundo de su valle. Hay luces de colores y adornos de navidad por sus calles, se escuchan los villancicos de un coro cantando en la plaza mayor y los aplausos de la gente que camina presurosa, haciendo las últimas compras.

Desde una ventana vecina, se ve como toda la familia reunida adornan un arbol de navidad, comen turrón y brindan con champán.
Fuera hace frío y está empezando a nevar, pero nosotros hemos decidido celebrar la navidad, de una forma diferente, estamos de viaje en una habitación calentita y tú desatas el nudo de mi albornoz.
Me besas el cuello y me miras a los ojos, acerco mis manos a tus mejillas y beso tus labios impregnados parcialmente por el vino. Cálidos, suaves, aromáticos, dulces.
Sostienes mis pechos en tus manos y besas los rugosos pezones, los acaricias con el indice y dibujas su forma sobre mi piel, aún caliente por la ducha. Te abrazo fuerte la espalda, me gusta sentir tu torso sobre mi pecho, sentir tus latidos, ese calor sofocante que desprende tu piel al contacto con la mía y me susurras al oído un te quiero, que me hace suspirar de amor.

Me besas por encima del ombligo, besas mi estómago y siento vibrar el corazón en mi útero, emitiendo pequeñas llamadas de socorro que tú pareces comprender a la perfección. Me coges en peso y me echas entre las sábanas. Comenzamos amándonos tan cándidos, que aún con los ojos cerrados soy capaz de sentir tu calor. Me deshago de placer en mi cama y pequeñas gotas transparentes empiezan a surgir de mis ojos. No lo soporto por más tiempo.


Respiro hondo.
Expiro profundamente y recuerdo.


Pero puede que aquel día en la casa rural, al entrar en la habitación, discutiésemos por millonésima vez tu desmedida manera de beber alcohol. Puede que oliése a sábanas limpias y a leña recién cortada quemándose en el hogar, pero si es así no lo recuerdo.

Puede que cuando me ofrecieses la copa de vino y el beso, intentándo acallar mis gritos yo la rechazase, que cuando quisiste besar mi cuello y mis pechos, te apartase de mí violentamente, sin ganas ninguna de sentir tus manos rozándo mi cuerpo.
Puede que no hicieramos el amor de manera encantadora para acabar echos unos fieras devorándonos la piel a mordiscos. Y que, simplemente me pasara la noche en vela, llorando en silencio mordiendo la almohada, mientras tú, a mi espalda te masturbabas desenfrenadamente y escuchase tu respiración entrecortada tan cerca, que me revolviese el estómago de manera repulsiva, mientras todo mi amor se escapa por mi boca en forma de arcada. Gritanto a viva voz en mi mente: ¡Ojala terminen las puñeteras vacaciones de una vez!

No hay comentarios: