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viernes, 12 de junio de 2009

PALITOS DE PAN Y CHICLES DE CLOROFILA


Aquella tarde jodimos y discutimos. Yo lo hubiese preferido a la inversa, ya que siempre dejo lo bueno para el final, pero aquella tarde salió así.

-Es que no entiendo por qué tiene que estar enviándote mensajes la tía esa. Parece que intuya cuando estamos follando.
-Bueno Carmela, es que son las tres y media de la tarde, después de comer, y a esta hora sólo se puede estar haciendo tres cosas: o se está echando la siesta o se está jodiendo.


Miró hacía la pared un instante, con la vista puesta en punto muerto y sin mover la cabeza.

-¿Y la tercera? Has dicho que sólo se pueden hacer tres cosas después de comer, pero has enumerado dos.
-¡Vaya, esto sí que es sorprendente! Tú eres la reina de la tercera cosa: El nuevo empuja al viejo.
-Mira Jose, no me cambies de tema. ¿Se puede saber qué hace ella con tu número de móvil?
-Carmela cariño, eso ya te lo he explicado un montón de veces: me deja aparcar en su zona de carga y descarga hasta que viene el camión y luego me llama para que lo retire, así no pago zona azul ni parking.
-¿Y qué le das tú a ella para que siempre te tenga que estar regalando palitos de pan integral con sésamo?
-Las gracias, siempre le doy las gracias y tú deberías hacer lo mismo, porque gracias a los palitos de esa mujer vas como un reloj al lavabo y te levantas de buen humor.

Estábamos aún en la cama, yo la escuchaba tumbado de lado mientras me sostenía la cabeza con una mano, las sábanas aún pegadas a mis genitales.
Ella estaba desnuda de piernas cruzadas, mirándome así, muy seria; pero yo no podía dejar de mirarle la entrepierna, con el brillo de nuestros fluidos pegados en la parte interna del muslo. Alargué la mano libre hasta uno de sus pechos y lo sopesé, su tacto me gustó y se amoldó fácilmente a mi mano, como si tuviera efecto memoria.
Me arrastré por la cama como un gusano, e intenté, sin éxito, atraerla hacía mí, seguí estirándome hasta llegar a ella y meterle la cabeza entre sus piernas.

Sólo pude darle un lametazo entre sus labios inferiores y en mi lengua se mezclaron dos tipos de sabores. El primero era algo más espeso, agrio y amargo, que supuse ser yo, mientras que en su parte final se quedó el dulce y el salado de ella, cuando sonó el despertador marcando las cuatro de la tarde.

-Tengo que irme zorra. -le dije dándole una palmada en el culo y besándola.-Sino llegaré tarde.
-Te lavarás los dientes antes de irte ¿no?
-No, pienso quedarme toda la tarde con tu sabor en mi boca.
-No digas tonterías. Espera, tengo chicles en el bolso.

Salió de la habitación al salón tal y como estaba, sin reparar un minuto en que algún vecino estuviera asomado a la ventana y pudiera verla. Mientras vaciaba su bolso en el sofá, me vestí y fui a sentarme con ella para anudarme los zapatos.
-Toma, de clorofila, así te refrescará la boca.
Cogí el chicle y me lo metí en el bolsillo.
-Odio los chicles de menta. ¡Lo sabes! Nunca me compras chicles de fresa ácida.
-Porque luego nunca los usas, y tengo que terminar comiéndomelos yo y el sabor de la fresa desaparece muy pronto.
-Pues por eso mismo nunca me compro chicles, además, ya tengo a María la panadera, que siempre me regala palitos de pan con sésamo, que no sólo engaña el hambre, sino que lo fulmina.
-Así que te gustan los palitos de pan. Pues mira si tienes palitos. ¿Quieres palitos? ¡Toma palito de pan malita sea! ¡Toma, toma, toma...!

Siguió tirándome palitos de pan hasta que salí por la puerta. Me quedé un rato en la escalera hasta que paró de maldecidme. Metí la llave en la cerradura y asomé la cabeza por la puerta. En el salón todos los palitos de pan estaban tirados por el suelo y apareció Carmela con la escoba y el recogedor:

-¿Qué quieres ahora?
-Te cambio el chicle por un palito.
- ¡Desaparece de mi vista! ¡Vete de aquí ahora mismo!
-Te quiero tonta. -Y le solté un beso mostrándole el chicle en la boca.

jueves, 11 de diciembre de 2008

UNA OBRA DE ARTE



- Mujer, ¿porqué te cubres con esos ropajes?
- Mi señor, usted me mira tan fijamente, que provoca mi sonrojo, y mi cuerpo no es...
- Su cuerpo, su cuerpo es bello, tanto o más como su rostro. Un bello cuerpo, un cuerpo hermoso. La belleza de la mujer, su fragilidad desnuda, es maravillosa. - Se puso detrás de ella y cogiéndola de los hombros la presentó frente al espejo y le dijo: ¡Vos sois una obra de arte! ¿Alguien le dijo lo contrario?
Con las mejillas encendidas, dio media vuelta para escrutar los ojos de aquel hombre, que le recitaba tan bellas palabras.
- Nunca nadie me había dicho cosa semejante.
- ¡No me lo puedo creer! -apuntó llevandose las manos a la cabeza ante el asombro.- No debe ser cierto lo que oigo, aunque si es su boca la que habla, nunca más volveré a dudar de ella. Mi señora, ¡perdámosle el miedo a la desnudez! Mire mi cuerpo, ¿cree que es perfecto?
Sin tan siquiera mirarle, la dama preguntó: ¿Acaso vos no sois una obra de arte?
- ¿Yo? ¿Con tremena panza? -Rió sosteniéndose el estómago con las dos manos- No mi señora, sin embargo vos, me muestra sus nalgas en el espejo haciéndome morir por ellas. Pero siendo sinceros, Milady, sé que usted se muere de ganas por pellizcar mi oronda panza. -la cogió de una mano y mirándola a los ojos la besó en el dorso.- y yo muero de ganas de morderle las caderas.

Siguió besándola brazo arriba, hasta llega a sus hombros y su cuello, y sus labios rodaron por su piel hasta perderse. Con una mano, bajó por su espalda hasta llegar a sus nalgas, las cual apretó con ganas, pero sus manos fueron más alla, le acarició el vientre, y palpó su vagina, estimuló su clitorís hasta que sus fluídos bañaron su mano.
-Apoyese en la pared, no vaya a ser que le flaqueen las piernas.

Besó su pechos y le mordió las caderas y la cintura, acarició su pelvis y besó sus muslos por dentro. Introdujo un par de dedos en su sexo y ella le arañó los hombros. Sorbió su clítoris suavemente, su boca acariciaba su vagina, recorriendo sus labios sin prisas con la punta de la lengua y sumergiéndola en lo más profundo de su ser, haciéndola sentir deseada, poderosa, realizada.
La degustó, bebió de ella hasta saciar su sed, hasta que su miembro viril estuvo en todo su cénit, y cogiéndola de las nalgas la aupó apoyada en la pared, y la fué bajando lento, despacio, adentrandose poco a poco, y una vez dentro, sujetándola de las caderas se introdujo en ella hasta el final. No corria aire entre ellos, sus suspiros se entremezclaron frente a sus bocas, el besándole el cuello, ella agarrándose a su cabello, él mordiéndole los pechos, ella arañándole la espalda.
Pero las piernas que flaquearon, no fueron las de su señora, por lo que el caballero se apresuró a buscar una silla. Cubriéndole la espalda con el brazo entero desde las costillas hasta su ano, consiguió llevásela consigo hasta la silla de detrás del biombo, dónde relajó sus muslos por el peso de su señora y abrió sus piernas.
Ella apoyó sus manos en las rodillas del caballero y entrelazó sus piernas a las patas traseras de la silla, echando la espalda hacia atrás mientras él, atraía con fuerza su cintura, más y más fuerte, con más y más ganas, delirantes, completamente locos, extasiados. El caballero cerró las piernas y ella se irguió dejándole los pechos a la altura de su cara, paseo su nariz entre pecho y pecho, pequeñas gotas de sudor le cubrian la frente, ella no hacía más que botar y saltar encima de él, dejándole sin espacio para respirar. Su caballero no midió la fuerza y le mordió un pezón demasiado fuerte, pero hasta ese pequeño dolor le pareció exquisito.
La apartó de sí bruscamente y la puso de rodillas en la alfombra frente a sus genitales, sin dudarlo ni un momento, le lamió los testículos desde el final, rodeándolos con la lengua, hasta llegar a su pene eréctil, duro como una roca y enrojecido por la fricción, suministrándole un alivio instántaneo con su saliva, lo justo para darle la vuelta y proseguir la marcha.

Las trompetas de palacio anunciaban la llegada del rey después de su día de caza. El tiempo se les agotaba, pronto llegaría el rey a la alcoba para enseñar a su señora, que aún estaba en plena forma y mostrarle las perdices que habían conseguido para la cena.
Se dieron prisa, cubrió en saliva los dedos indice y corazón y le estimuló el clítoris mientras la emprendía fuerte contra su señora. Estando a punto del desmaye, un hormigueo la recorrió desde su útero, subiendo por su estómago y sus pechos y alojándose en su garganta. Nunca en su vida había experimentado una sensación igual, su cuerpo estallaba de placer, más y más su cuerpo iba liberándo todo su amor por su vagina. El caballero la embistió por última vez, la tiró del cabello hacia atrás y mientras la besaba en la boca, eyaculó hasta tres veces dentro de ella. Se dió el gustazo de morderle en el hombro derecho y luego sacudió su nariz en su cuello. La miró, la besó una vez más en el bajo vientre, cogió su ropa y escapó por la parte de atrás de la habitación.

Sin más tiempo que el de ponerse el camisón real, el rey entró por la puerta principal de la alcoba y llamó a su esposa.
- Mi reina, mirad que os traigo para la cena de esta noche, ocho perdices de gran tamaño, hoy hasta los sirvientes cenarán perdices y mandaré llamar a mi caballero real para que lo deguste con nosotros, ya que hoy se ha tenido que ausentar por problemas familiares. Creo que su madre no goza de un buen estado de salud. ¿Qué os parece? - Le dijo mostrandole la caza.
Pensativa le contestó:
- Una obra de arte mi señor. Una verdadera obra de arte.

lunes, 1 de diciembre de 2008

ZONA RESTRINGIDA A PERSONAL NO AUTORIZADO


Qué prohibido me queda el echarte de menos, y que el corazón me de volteretas cuando pienso en ti, pero con que notoria asiduedad me encuentro volando contigo por la fantasía del deseo. Distando mucho de la simple amistad, cuando soñando te robo a mordiscos la boca y te arranco a jirones la piel.
No se me permite si quiera temblar cuando me rozas la mano, ni sentirme la princesa del cuento cuando me estrechas entre tus brazos.
No tengo autorización para enviarte mensajes codificados a través de una mirada, pero en la noche, gasto a gemidos tu nombre, mientras te imagino deslizándote sobre mi piel comiendome los senos, arañandome las caderas, provocándo la fiebre en mi cuerpo.
Pero me han denegado el permiso hasta de meterte mano en los vaqueros para llegar a lo más profundo y besar tu cuello a chupetones en cualquier callejón oscuro.
Y estuve tan cerca de tu boca, que hasta pude sentir tus palabras entrechocando con mis labios, el peso húmedo de tu aliento en mi nariz. Pero cuando abrí los ojos, y te observé mirándome desde lejos, extraño, supe que existía un cordón policial "Do not cross" que nos separaba el uno del otro, y comprendí que si alguna vez soñé en hacerte sentir mío, sólo quedaría ahí, entre mis sueños.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

FALSAS VER/VI -SIONES



Respiro hondo, después de recordar un fotograma de color ambar, gastado por el paso del tiempo.
Abro los ojos y me encuentro en mi habitación, una realidad relativa, que puedo hacer cambiar con solo...
Expiro profundamente y cierro los ojos.


Estamos en la habitación de una casa rural, huele a sábanas limpias y a leña recién cortada quemándose en el hogar. Salgo del cuarto de baño después de una ducha calentita, con un albornoz de algodón blanco atado a la cintura. Tú estás esperándome junto al radiador con una copa de vino tinto en la mano. Llevas puesto aquel jersey azul cielo que tanto te favorece, y aquella fragancia dulzona que dormía todos mis sentidos.
Acepto la copa y el beso. Sentados en el poyete de la ventana, vemos montañas nevadas y una pequeña ciudad escondida que duerme en lo más profundo de su valle. Hay luces de colores y adornos de navidad por sus calles, se escuchan los villancicos de un coro cantando en la plaza mayor y los aplausos de la gente que camina presurosa, haciendo las últimas compras.

Desde una ventana vecina, se ve como toda la familia reunida adornan un arbol de navidad, comen turrón y brindan con champán.
Fuera hace frío y está empezando a nevar, pero nosotros hemos decidido celebrar la navidad, de una forma diferente, estamos de viaje en una habitación calentita y tú desatas el nudo de mi albornoz.
Me besas el cuello y me miras a los ojos, acerco mis manos a tus mejillas y beso tus labios impregnados parcialmente por el vino. Cálidos, suaves, aromáticos, dulces.
Sostienes mis pechos en tus manos y besas los rugosos pezones, los acaricias con el indice y dibujas su forma sobre mi piel, aún caliente por la ducha. Te abrazo fuerte la espalda, me gusta sentir tu torso sobre mi pecho, sentir tus latidos, ese calor sofocante que desprende tu piel al contacto con la mía y me susurras al oído un te quiero, que me hace suspirar de amor.

Me besas por encima del ombligo, besas mi estómago y siento vibrar el corazón en mi útero, emitiendo pequeñas llamadas de socorro que tú pareces comprender a la perfección. Me coges en peso y me echas entre las sábanas. Comenzamos amándonos tan cándidos, que aún con los ojos cerrados soy capaz de sentir tu calor. Me deshago de placer en mi cama y pequeñas gotas transparentes empiezan a surgir de mis ojos. No lo soporto por más tiempo.


Respiro hondo.
Expiro profundamente y recuerdo.


Pero puede que aquel día en la casa rural, al entrar en la habitación, discutiésemos por millonésima vez tu desmedida manera de beber alcohol. Puede que oliése a sábanas limpias y a leña recién cortada quemándose en el hogar, pero si es así no lo recuerdo.

Puede que cuando me ofrecieses la copa de vino y el beso, intentándo acallar mis gritos yo la rechazase, que cuando quisiste besar mi cuello y mis pechos, te apartase de mí violentamente, sin ganas ninguna de sentir tus manos rozándo mi cuerpo.
Puede que no hicieramos el amor de manera encantadora para acabar echos unos fieras devorándonos la piel a mordiscos. Y que, simplemente me pasara la noche en vela, llorando en silencio mordiendo la almohada, mientras tú, a mi espalda te masturbabas desenfrenadamente y escuchase tu respiración entrecortada tan cerca, que me revolviese el estómago de manera repulsiva, mientras todo mi amor se escapa por mi boca en forma de arcada. Gritanto a viva voz en mi mente: ¡Ojala terminen las puñeteras vacaciones de una vez!

martes, 15 de julio de 2008

REALIDAD VIRTUOSA


Estaba sentado en una silla del salón de mi amigo. Había subido para que me dejara un video juego que tenía los últimos avances en realidad virtual, cuando la puerta de la habitación de su hermana se abrió. Era una chica joven, algunos años mayor que yo, la miré de reojo, pero ella no reparó mi presencia.
Entró en el cuarto de baño dejando la puerta abierta y escuché el maravilloso tintineo de las últimas gotas de orina que caían en el agua del sanitario. No se lavó las manos, se sentó en el sofá y me echó un vistazo, luego me dijo algo que no escuché.
-¿Oye estás sordo? Pásame el mechero.
Como para escucharla. Con el calor que hacía iba en braguitas, con unas calaveras dibujadas en negro que parecían reírse de mí en mi cara y una camiseta de algodón blanca sin sujetador, con el pelo recogido en un moño. Busqué el mechero por la mesa, sin atinar muy bien a cogerlo porque me sudaban las manos y se lo pasé torpemente cayendo al suelo. Chasqueó la lengua y lo recogió.
Sacó un cigarro de la cajetilla y partió una boquilla por la parte opuesta al filtro que se escondió tras la oreja. Cogió un papel y echó la mitad del cigarro allí. De un cofre de madera que había en la mesa, sacó una plaquita de chocolate, que quemó con el mechero y mezcló con el tabaco. Yo la miraba desde la silla sin articular palabra. Abrió la boquita y sacó la lengua para untar en saliva la pega del papel. Lo hizo lentamente, recreándose en el proceso, mientras me miraba burlona. Tragué saliva y desvié la vista a la habitación de su hermano, deseando que no apareciese nunca.
La chica se encendió el porro y se acostó en el sofá, apoyando la cabeza sobre unos cojines de colores y dejando a la vista los huesos de sus caderas, sus pezones se marcaban en la camiseta con total descaro apuntando al techo.

Me había empalmado, no mucho, pero la bestia que llevaba dentro no tardaría en darse a conocer. Me miró desde el sofá y con total desprecio preguntó:
-¿Quieres darle una calada? Te veo interesado en el tema, no has dejado de mirarlo.
Yo miraba otra cosa, quise decir, pero me levanté de la silla y me senté en el sofá, mudo. Dobló las rodillas en un gesto, dejando las piernas abiertas y me pasó el porro. Echó la cabeza hacia atrás, abrió la ventana y dejó que la suave brisa le peinase la frente.
Le di un par de caladas al porro y miré directamente hacia donde tenía que mirar, al oscuro secreto que escondían sus braguitas de calaveras. Dejé, sin mucha cautela, que mis pensamientos volasen por la habitación, imaginando todo tipo de perversiones con la hermana de mi mejor amigo. No me di cuenta que ella me observaba desde la ventana.
- No me jodas, estás empalmado.
Me miré el pantalón, así era, estaba empalmadísimo, tanto, que el roce de la costura de los vaqueros me molestaba. La miré a ella y luego a sus braguitas y con más miedo que vergüenza, puse mis manos en sus rodillas. No dijo nada, así que subí por los muslos y a mitad de camino tuve que desabrocharme un botón y bajarme la cremallera del pantalón. Sus vellos eran finos, casi transparentes, me hacían cosquillas en las yemas de los dedos, eran los primeros muslos que tocaba en mi vida. Llegué a su entrepierna y la miré a los ojos mientras se relamía los labios.

Con el índice aparté las braguitas y con el pulgar las retiré del todo. El corazón me iba a estallar dentro del pecho, las pulsaciones subían cada vez más a pique de un infarto y de mi frente se desprendían pequeñas gotas de sudor. Actuaba por instinto animal, nunca había tenido un ejemplar de esos tan cerca de mí, nada más que en la pantalla de la tele. Quise sumergirme de cabeza en aquella piscina de labios redondos y finos y rescatar la perla de lo más profundo, pero en su lugar introduje el dedo anular en aquella brecha y no tardé en encontrar el camino que llevaba al placer.
El orificio era profundo, blandito, caliente y húmedo, un líquido viscoso transparente recubría las paredes de la zona. Extraje el dedo y probé su néctar, las papilas gustativas se me alteraron, estaba entre amargo y dulce, nunca había probado nada igual y me gustó. Introduje la otra mano en los calzoncillos y comencé a masturbarme. Ella sin hablar y retorciéndose en el sofá me pedía más y probé con el anular y el corazón. Ambos entraron sin problemas, pero se ve que no lo tendría que estar haciendo muy bien, pues ella con su mano me guiaba y de paso introdujo un par de dedos más.
- ¡Hermana, otra vez! ¿Se puede saber que haces?
Retiró mi mano de un manotazo y se colocó bien las bragas.
-No le enseño más de lo que pueda aprender por ahí en la calle. ¿Todos tus amigos son tan mojigatos?- Dijo partiéndome el alma en dos.
Se levantó y se llevó el porro consigo.
- Adiós chato, quizás cuando seas mayor…
- Perdona a mi hermana, aunque a ti ya te vale. Ten, este es el juego.
- ¿Eh? Ya te lo puedes quedar. Me gusta más jugar con tu hermana.

martes, 17 de junio de 2008

AMOR AMAR-GO


A veces son tan intensos mis sentimientos hacia ti, que me encantaría estrangularte hasta ver como pierdes la vida en un suspiro. Y yo me lo bebería, me bebería ese suspiro como me bebo tus malas palabras, tus malos gestos y todo lo que de ti me hace daño. Porque solo eres bonita por fuera, por dentro estás podrida, pestilente.

Todo el barrio comenta de ti, todo el mundo me habla de ti y todas las esquinas guardan el perfume de algún beso robado de boca ajena. Y tú sonríes y me dices que la gente es muy mal hablada, y que estás harta de vivir en un pueblo donde todas las miradas apuntan a ti. Pero a quien van a mirar si no, si cuando pasas el mundo se rinde a tus piernas, largas como la lengua de los viejos. A tus caderas que es la cuna donde se mecería más de uno para quedarse dormido, tus pechos, alimento para el hambriento, tus brazos y tus besos refugio para el sin techo y tus ojos la esperanza de los hombres.

¿Celoso yo? Celoso yo, de los cariños que ofreces a cualquiera, de las manos que bajan presurosas desde tu espalda hasta tus nalgas y de tus miradas lascivas a todo aquel que conoce tu juego.
Día a día me quitas la vida corazón, corazón que ha terminado siendo tu balón de entreno antes de cada partido, lo lanzas, lo tiras, lo recoges, lo aguantas…hasta que lo pinchas, y como ya no juega más, lo desechas. Y aquí me quedo yo, recomponiendo trozo a trozo todo lo que ha destrozado el huracán de tu egoísmo a su paso.
Cuando me pregunte el juez, porqué te maté a sangre fría, contestaré que es con la misma sangre que tu me has matado toda esta vida.

martes, 10 de junio de 2008

SOSPECHAS


Déjame desnudo en la oscuridad, que hoy me falta algo más que una caricia que limpie mi vana esperanza de creer en ti, en mí, en nosotros.
Déjame que baile en ella el tango más triste, para compararla con la soledad infinita que sólo tú sabes ofrecerme.
Déjame que te recite los versos más lastimeros salidos de uno sólo de mis suspiros.
De los labios que me duelen de tanto besar tu boca envenenada, de tus labios impregnados con el sabor de otros labios, otros besos, otro éxtasis.
Y tú vives ajena a este dolor que me quema en el pecho, como si del mismo infierno se tratase, y paseas tu cuerpo aquí y allá, sin reparar ni un solo momento, que son mis ojos los que persiguen inquietos tu movimiento.
Apago la luz porque aquí en la penumbra me siento seguro, del mal de ti, de todos tus males. Pero con la noche vuelves a mí y con ella mi tortura. ¿Dónde has estado? ¿Con quién te has paseado? ¿Hasta que punto le tienes enamorado? Preguntas que chocan de un lado a otro de mi cabeza y que no salen de mi boca porque ya te has desnudado.
Secas mis lagrimas con tu mejilla, cierro los ojos y aspiro tu aroma tan dulce como la melaza, con los dedos recorro tu cuello y con la mano te estrecho fuertemente hacia mí.
Te susurro al oído cuánto te deseo y te muerdo el lóbulo de la oreja mientras sueltas un suspiro y mi mano se dirige a tu entrepierna. Te levanto en peso mientras beso tu boca y te llevo a una esquina de la cama dónde sentada encima mío pegas pequeño botes que a mi me parecen cansados. De la rabia del saber de ese cansancio tuyo, retiro de un manotazo todo lo que hay en la cómoda y te tiendo con dureza en ella, de pié ante ti te penetro rudo, te envisto fuerte, con toda la fuerza que permite mi ímpetu. Y tú chillas por el dolor y por el placer que te causa el saber de mi actuar.
Con una mano acallo tu grito y con la otra sigo atrayendo con fuerza tu cintura hacia mí. Ahora no te salvas, ahora no te libras, ahora sólo soy yo el que te follo. La sola idea provoca un extenuante placer en mi y eyaculo dentro de ti sin importarme lo más mínimo tu placer, ni siquiera te lo mereces.
Pero te levantas de la cómoda y me pegas en la cara, agarro con fuerza tu muñeca y te sacudo como una prenda sucia. De un empujón consigues zafarte de mí dejando la luz encendida.
Déjame desnudo en la oscuridad, que hoy me falta algo más que una caricia que limpie mi vana esperanza en creer en ti, en mí, y en nosotros.

domingo, 25 de mayo de 2008

LUNES

Me encuentro en un lugar infinito, a mí alrededor todo es de color gris y detrás de mí hay una pieza gigante de Lego que invita a sentarse. Lo hago, me siento en el centro de la pieza gigante de Lego con forma rectangular y desde ahí, veo pasar una jirafa adulta de color gris con lunares verdes y violetas acompañada de su hija. La cría, que puede medir, menos de la mitad de lo que mide su madre, me mira y me guiña un ojo, yo saludo a las dos con la mano. ¡Holaaa! Les grito. Pero a la jirafa adulta no parece gustarle mi saludo y turbada sale corriendo enfurecida hacia mí. Preso del pánico me paralizo y sólo consigo taparme los ojos con las manos. Después de un tiempo prudente, retiro las manos de mi vista, pero la jirafa y su cría se han esfumado.

El ruido de un motor me saca de mi ensimismamiento, viene desde lejos aproximándose un poco más a mí. Es una avioneta de color amarilla que surca el cielo con unas grandes y enormes hélices de color blanco. Parece que algo lanzan de su interior. Me pongo de pié encima de la pieza rectangular de Lego y alzo los brazos al cielo. Algo baja en un ridículo paracaídas en miniatura. Es una botella de agua. ¡Bien, con la sed que tenía!
Tras un buen rato intentándolo, no consigo abrir la botella que contiene el agua fresquita en su interior. De repente un sol abrasador se coloca en lo más alto y unas dunas de arena se forman delante de mí. Hace tanto calor y tengo tanta sed…




Una cinta transportadora aparece entre duna y duna y termina a unos metros de donde yo me encuentro. Sobre ella aparece una silueta, femenina. Una cabellera rubia y rizada de ojos verdes y rojos labios se acerca sigilosamente hacia la pieza gigante de Lego. De un salto bajo de ella y me quedo esperando la llegada de la mujer.
Me sonríe, le sonrío. Tiene una boca perfecta. Pero enseguida se quita el bonito vestido blanco que la viste. Su desnudez provoca en mí una joven erección, ella también parece tener calor, -pienso para mis adentros- pero sale rebotado por todo el desierto y ella lo llega a escuchar. Me ruborizo. La hermosa chica se muerde el labio inferior y me quita la camiseta. Huele a frutas maduras y flores frescas. Me inclino a besarla, pero ella me lo niega señalándome los pantalones. Me los quito y los lanzo a una duna, los dos estamos completamente desnudos, hace mucho calor y continúo teniendo sed.
Despacio, muy despacio la chica se acerca a mi, alarga sus brazos y con sus blancas y finas manos oliendo a sabrosos manjares me besa un ojo y luego el otro, se separa de mí aunque sigue sosteniendo mi cara. Despego los ojos de los sellos que dejaron sus besos, coge la botella de agua y con un giro de muñeca la abre y me la entrega.
Mientras bebo el agua limpia, cristalina y pura que contiene la botella, la chica rubia se despide de mí lanzando dulces besos con la mano, mientras se aleja nuevamente en la cinta.

La cinta, las dunas y el sol desaparecen y un bip-bip incesante resuena en todo aquel lugar infinito de color gris que me rodea. ¿Qué es eso? ¿Qué está pasando?
Todo se va desvaneciendo, poco a poco me veo alejándome de mí. Todo se acaba.
Abro los ojos. El reloj de la mesita de noche marca las 07.45 hoy es lunes, comienza la semana.

jueves, 10 de abril de 2008

ENTRE MIS SABANAS


Hoy tengo las pasiones sueltas, desatadas, me faltan volcanes para estallar en erupción. Hoy te quiero tanto y más que ayer, más que ayer y que el mes anterior.
Hoy no me importa que me quieras o que hayas dejao de hacerlo
Hoy tengo las pasiones sueltas, desatadas, revoltosas y son caprichosas contigo.

Por un momento todo se va a esfumar, voy a olvidar todo lo que nos separa, todas nuestras diferencias, todo lo que me molesta de ti y voy a rememorar en vivo, todas las veces que me lo has hecho en sueños.
Buscándote a un lado de la cama te he imaginado de costado, yo abrazada a ti, con mi cabeza entre tu cuello y tu espalda. He respirado tan fuerte tu aroma que me ha dolido el corazón, pero no por eso he dejado de besar tu cuello, tus hombros, tu espalda hasta que has despertado.
Me has sonreído pícaro y me has lanzado una de esas miradas que tú y yo sabemos, has intentado besarme, pero me he hecho la dura y te he girado la cabeza. Hoy seré yo la que te haga sufrir, la que te haga desesperar, la que te haga ahogar tus quejidos.
Hundí mis dedos en tu pelo y una de mis manos bajó por tu cintura, hasta la goma de los calzoncillos, donde te acaricié suavemente. Mi lengua bajaba por el centro de tu espalda casi sin rozar, pero fuiste tan impaciente que al primer descuido te giraste y me pusiste encima tuyo.
Tu mirada se cruzó con la mía y con un brazo retiraste mi pelo hacía un hombro, ahora eras tú el que me besaba ardientemente, era yo la complacida, la que desesperaba por otro beso tuyo, uno más. Y tus manos bajaron hasta llegar al final de mi camiseta, que impulsaste despacio hacia arriba dejando al descubierto mis pechos. Arrojaste la camiseta fuera del ring y tus manos, nuevamente en mi espalda, haciendo que me inclinara para besarlos suavemente, sin prisas, paseando tus labios por mis pezones, tu lengua alrededor de mis pechos, subiendo por mi cuello hasta llegar a mi boca.
Noté tu erección en mis braguitas, es lo que llevaba buscando desde que abrí los ojos, pero me estaba dejando llevar por ti, tenía que tomar rápidamente las riendas. Moví ligeramente las caderas haciendo roce con tu erección y empujé tus hombros contra la almohada. Me gustaba ver tu torso desnudo, lo acaricié como si fuese la última vez, se me escaparon pequeños bocaditos en el costado y mi boca se quedó justo debajo de tu ombligo.

Mi mano derecha, se sumergió dentro de mis braguitas, todo lo recordado estaba dando su fruto, desde mi pecho hasta mis mejillas, un calor constante me abrasaba, mi cuerpo estaba lleno de deseo carnal, tenía ganas de contacto, todo el contacto que tu me dabas, tú apostando duro por mi, yo pidiendo más ganas de ti, tus manos, tu cuerpo, tu pelo, una película de saliva y frenesí como segunda piel. De mi frente, empezaron a desprenderse las primeras gotas de sudor. Tu imagen se fue difuminando a medida que mi propio placer aumentaba. Te estabas yendo, luché con todas mis fuerzas, para que no te fueras de mi imaginación, sólo un poco más, quédate unos segundos más, no desaparezcas aún, ya queda menos, no te desprendas, no te dejes ir ¡espérate! No te vayas, no te vayas, no te va….

Hoy tengo las pasiones sueltas, desatadas, me faltan volcanes para estallar en erupción. Hoy te quiero tanto y más que ayer, más que ayer y que el mes anterior.
Hoy no me importa que me quieras o que hayas dejao de hacerlo
Hoy tengo las pasiones sueltas, desatadas, revoltosas y son caprichosas contigo.

viernes, 7 de marzo de 2008

DAMA DE HONOR

Una vez en el baile de la boda de su prima, una mano extraña le hizo llegar una nota:
“Mi señora, está usted deslumbrante, reúnase conmigo en el cobertizo del granero. La esperaré allí.”
No pudo por más ruborizarse, miró a los hombres, todos reunidos entre sí, riendo y bebiendo cerveza sin echar cuentas a nadie, y a las mujeres, que cuidaban de los traviesos pequeños que correteaban por las praderas. Hizo saber a su pareja de baile que iba a tomar algo y con disimulo huyó furtivamente de la fiesta.

Una vez llegó al granero subió por la escalera de madera que daba al cobertizo, allí dio con la persona que le entregó la nota. Sin apenas dejarle hablar, sus labios fueron a parar a su boca y con suma delicadeza la tendió sobre la fina paja que los rodeaba.
Desabrochó con cuidado el lazo que cerraba la camisa dejando a la vista su cuello, largo y blanco como el de un cisne. Descubrió a una mujer de generosos pechos, redondos como melocotones, de suave textura y dulce sabor dispuestos a su merced. Los contempló sin prisa, mojando las yemas de sus dedos en saliva, tocando con alevosía los rugosos pezones, acariciando el cauce entre seno y seno, recorriendo con su lengua la forma de sus pechos.
Sus besos comenzaron a bajar desde las más altas cumbres como una lengua de fuego que abrasaba todo a su paso. Sus manos dibujaron su cintura y su boca se detuvo en sus caderas, anchas como las de un botijo.
-Mi Señora, necesitaría días para recorrerla entera, tanta hermosura es abrumadora.

Siguió intrépido el joven en su busca, bajando por el sendero hasta llegar a lo más profundo de su valle. Agüita de puchero encontró más abajo, pero él ya había decidido jugar al despiste con ella. Pasó rozando eso sí, no pensase en desprecio alguno.
Rollizos y trémulos muslos que vibraban al compás de su corazón, el joven hundió su cara en ellos, encontrándose los vellos erizados por la excitación, que como gato lamió sin pudor ni vergüenza alguna. Pequeños grititos soltaba la moza que rezaba sus plegarias a un Dios al cual hacer tal “obscenidad” podría desembocar en pecado capital.
Haciendo caso omiso el joven, ya podría rezar el rosario entero si gustase, hundió su nariz en el frondoso bosque, y como el que entra en una gruta donde el mar se encuentra cercano, una cálida y mojada humedad le sacudió por completo. Su lengua se sumergió en aguas profundas, oleadas saladas de placer, sus manos subieron por sus anchas caderas y las aposentó en sus pechos. Los rezos cesaron porque sus labios se secaron, todos sus fluidos se iban por una misma dirección. Jadeante, su respiración nunca había estado tan agitada, pronunció una sola vez su nombre y ya no pudo dejar de repetirlo.
Sentía pánico de que la moza comenzase a chillar como puerco de granja, paró su faenar para encontrarse con su mirada, pero sus ojos se encontraban de vuelta en lo más profundo de su ser.
-Señora…

Con su boca llena de ella la besó indecente. Aprovechó el despiste la moza para bajarle por completo los pantalones, el introdujo uno de sus dedos, también comparables con porras para mojar en el café y descubrió que bailaba dentro de ella. Separó la moza aún más sus muslos para dejar paso a lo que se avecinaba. Se apresuró el joven a satisfacer el mandato de su señora y ella abrió los ojos de par en par, su cara se encendió como una bombilla, un fuego interno la recorría de arriba abajo. Clavó sus uñas en las nalgas del joven dejándole marca seguro. No había sensación igualable a la que ellos dos sentían en esos momentos. Cuarenta y tantos grados de calor interno y setenta y tantos quilos empujando con ímpetu el grueso cuerpo de su señora.

Pero el joven mozo paro inesperadamente el ritmo de su marcha, la extasiada mujer no se percató hasta que grandes gotas, demasiado grandes para ser sudor, comenzaron a estrellarse en su estomago.
El joven tenía la mirada fija en ella y emanaba sangre por la boca.
Asustada la hermosa mujer, empezó a gritar nerviosa, que no fue nada comparable a lo que se escuchó a continuación.

- ¡¡¡ RAMERAAAA !!! ¡Hija del demonio! Te pudrirás en el infierno por fornicadora y por deshonra a tu marido. ¡¡PUTA BARATA!! ¿Qué son esos gemidos que producías? ¡Nunca! ¡Jamás en diez años de matrimonio has pronunciado mi nombre con tantas hambres como pronunciabas el suyo!
Ahora puedes llorar. ¡Llora y grita si te apetece! Porque esta será la última vez que podrás hacerlo.

Sácole el cuchillo de la espalda que al joven mozo había ensartado como a un trozo de carne y tendió a su mujer en la paja de nuevo.
Encima de ella y agarrándola por el cuello como a los pollos, pasó su lengua por el sudor de sus redondos pechos como hizo el joven mozo anteriormente. La bestia al recordar la escena, la rajó de arriba abajo abriéndola en canal y le clavó el cuchillo en el corazón. Se levantó y girándole la cara a la que fue su mujer le rajó el pómulo izquierdo, luego le escupió en la cara y se fue.

- …Puta ramera…