
Cuado ya no se sabe porqué se está luchando, ni tan si quiera, si vale la pena seguir batallando por contados ratitos de afecto. Cuando se pierde la esperanza en el otro y nos embarga la derrota permanente. Cuando la desesperación y el cansancio provocan un vacío etéreo, aparece el abandono.
No existen palabras para ese momento, no nos sirven hechos pasados que ni la memoria recuerda, se desechan a la papelera de reciclaje promesas bienaventuradas, recuerdos cuarteados por el tiempo, fotografías y viejos momentos que llenaron de felicidad una época, que ya termina.
Uno frente al otro se miraron a los ojos por última vez. En sus pupilas, decepción, fracaso y negación; en los de ella, añoranza, perdón y abandono. No supieron qué decirse en los instantes finales, las conversaciones, abiertas hasta altas horas de la madrugada, se anularon por la desidia, y la climatología era un tema muy abusado.
Abrieron sus bocas y exprimieron la última gota de cariño que les quedaba, lleno de residuos de reproches, discursiones, enfrentamientos y compasión. El último beso, el del final.
De los dos, sólo uno se giró para mirar atrás y despedirse con un musitado adiós, que le resquebrajaba la garganta y se enlazaba a un llanto débil que asomaba en su mirada. Lo que vieron sus ojos, entre bancos de agua salada no calmó su angustia, los grilletes que ambos se habían impuesto, ahora se desvanecían de sus tobillos proporcionándoles la libertad, alejándose un metro más sin arrepentirse ni echar la vista al otro.
Y sintió que su foco de luz se apagaba, que la sangre se cristalizaba, se secaban fluídos corporales, se astillaron huesos y se entumecieron músculos, todos sus órganos vitales comenzaron a fallar, y mientras moría, claramente de amor, nadie supo darse cuenta de lo peligroso de aquella despedida entre dos.
1 comentario:
holaaaa angelita :)
soy dúnia ;)
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