Esa misma noche, en la habitación improvisada que Antonio había preparado para mí, un colchón mullido con un somier al que le faltaban la mitad de las tablas, me puse a pensar. Mirando por la ventana la noche tóxica que me ofrecía esta ciudad, el ruido de coches era incesante y aunque me costó muchísimo conciliar el sueño, Antonio parecía totalmente acostumbrado a todo ese barullo.
Bueno, en realidad nadie dijo que esto iba a ser sencillo. Si lo pensaba detenidamente, había dejado mi trabajo en Almería para meterme a actor en Barcelona. Tenía muchos miedos y aquel maldito gato riéndose de mí delante de toda la compañía de “Cats” no me lo ponía nada fácil, hasta la luna que me miraba divertida parecía reírse de mí. No paré de darle vueltas a la cabeza hasta que el sueño terminó venciéndome.
Al día siguiente, me desperté extrañamente lleno de energía, había descansado poco, estaba nervioso y tenía nauseas, pero eso no me quitó las ganas de conseguir lo que me había propuesto la noche anterior. El teatro no quedaba más que a diez minutos del piso de Antonio, así que pude desayunar tranquilamente a pesar de ser casi la hora, me duche y me vestí, como currículo llevaba un puñado de excusas, pero con ellas intentaría hacerme un hueco en aquella compañía.
Una vez en el teatro, me quedé un rato observando como los felinos ensayaban una y otra vez diferentes escenas de la obra que harían durante dos meses en Barcelona. Delante de ellos, sentado a la mitad de la primera fila, había un hombre bajito regordete y calvo pegando gritos a diestro y siniestro.
- ¿Se puede saber en que estáis pensando? ¡Sois felinos! Arañad, maullad como gatos. Moveos ágiles, con ligereza, atentos a cualquier movimiento. ¡Eh Sebatián o arañas o te vas! ¿Me estás escuchando? Hay millones de tios que se arañarían el pecho por estar en tu lugar. Eso es, así mejor.
Supuse que ese tipo sería el director del espectáculo, ya me había acojonado, me iba a dar la media vuelta y salir por dónde había venido. Había sido un tremendo error aparecer por allí después del espectáculo que hice ayer. No tenía el valor suficiente para enfrentarme al director, parecía muy duro con sus propios chicos ¿Porqué no iba a serlo conmigo? Pero a medida que me decía esto, mis piernas ponían rumbo a la primera fila, los gatos seguían ensayando y el pasillo rojo no parecía tener fin.
-¡Esos focos! ¿Quién coño esta al mando de esto? ¿Qué quieres ser mi ruina? Deja de apuntarme con el foquito de los demonios, apunta al escenario que es donde tiene que estar. Como tenga que subir allí arriba te vas a tragar el foco y despedirás luz por el culo.-Dijo aquel tipo escupiendo salivajos por todos lados.- ¿Y tú que coño miras?
¿Me lo estaba diciendo a mí? Me giré atrás y a los lados y me señalé con la mano derecha apuntándome al pecho.
-Sí, es a ti estúpido. La función es esta noche, no intentes colarte por la cara porque te echo del teatro a patadas y me importa un carajo quién coño seas, cuando yo estoy dirigiendo mi espectáculo ni las moscas zumban.
Tragué una bola de saliva que llevaba acumulando en la boca desde hacía tiempo.
-Su, su… supongo que usted tiene que ser El Gomas.
La compañía se paró en seco y con un chasquido de dedos un foco me alumbró directamente a los ojo.
-¿Cómo dices chaval? Ven aquí que te vea la cara. Hay que tener los huevos muy gordos para llamarme así, y todavía no ha existido persona en esta tierra que tenga tanta cara para ponerme apodo. ¿Sabes acaso con quién estás hablando?
-Verá, señor Gomas, me llamo Héctor Balboa, ayer noche estuve viendo su magnífico espectáculo, tengo que decirle que me encantó, fue algo maravilloso, no había visto nada igual en mi vida…
-Mira papanatas, vamos a dejar las cosas claras, aquí el que habla soy yo y si quiero criticas de mi obra ya tengo al New York Times y a verdaderos expertos que me critican. Creo que este ha tenido que ser el primer espectáculo que ves en muchos años chaval. ¿Me equivoco? No me cuentes tu vida porque no me interesa, quiero saber porque coño me has llamado Gomas y porqué sigues haciéndolo con ese descaro impertinente, y quiero que sea pronto que tengo que seguir ensayando o serás tú quién pague a estos gatos.
El tipo este estaba consiguiendo que cada vez me pusiese más tenso, una gota de sudor brilló en mi frente por culpa del foco, deseé que se le fundiera la bombilla. Me acerqué despacio un poco más hacia el director.
- Uno de sus felinos me dijo que pasase hoy por aquí sobre esta hora que “El Gomas” me entrevistaría.
El felino que me lo dijo empezó a hacerme gestos de que me mataría en cuanto pudiese.
-Así que uno de mis felinos-dijo girándose a la compañía- me ha puesto mote y lo tengo que descubrir por este gilipollas. ¿Quién es el valiente que se atreve a eclipsar a Cristof de Village con ese mote tan vulgar?-esperó varios segundos, pero nadie salió a dar la cara- ¡Todos en fila! Rocky, ya que ninguno de estos mininos, porque no se les puede llamar felinos, no quiere salir y dar la cara, serás tú con tu dedo acusador quién delate al culpable. ¿Quién ha sido?
-Me llamo Héctor.
-A mi eso me da lo mismo Rocky. Y ahora dime quién ha sido.
-Oiga señor de Village, no pienso decirle quién ha sido hasta que me entreviste, yo tampoco tengo ganas de perder el tiempo, soy un gran actor y muy cotizado para su información, tengo muchos espectáculos en los que actuar y no estoy aquí para aguantar que nadie me insulte y menos Homer Simpson. Que ya que le ponen mote que sea uno con razón.
Los felinos se llevaron la mano a la boca, unos abrieron muchísimo los ojos y otros exclamaron un “¡ah!” que flotó desde el escenario hasta el pasillo central donde yo me encontraba, paseándose y llenando todos los huecos del teatro. El que se encargaba de las luces, cambió su foco blanco por uno de color rojo con el cual parecía sentenciar mi muerte. El tiempo parecía haber desaparecido del reloj, todo se quedó en silencio, un suspense que me mantenía en vilo. Por dentro creí desfallecer, ¿Le había llamado en voz alta Homer Simpson? ¡Homer Simpson! Mi primera entrevista e insulto al director de la obra comparándolo con un personaje de animación. No sé en que estaba pensando.
Pero eso sólo era por dentro, por fuera me quedé tieso, desafiante al peligro, sin miedo alguno, sin titubeos. Echándole rostro a ese Cristof de Village. ¿Quién se creía él que era?
-Ja, ja, ja. Homer Simpson. Al final tendrá razón mi mujer. Nos reímos mucho cuando me compara con él. Dice que cuando no estoy trabajando me dan las horas en el sofá comiendo patatas mojadas en salsa ranchera y bebiendo cerveza. ¡Y tiene razón!- ahora se le cambió el semblante de la cara por completo y se puso muy serio.- Pero la razón la tiene mi mujer y no un mequetrefe como tú. Que vienes aquí, alabas mi obra pero me insultas y te mofas de mí delante de mi compañía, esto sólo lo harás una vez y será la última, porque nadie pone en ridículo a Cristof de Village. Vosotros seguid ensayando y tú Conan, ven conmigo.
- Me llamo Héctor.
-Si, sí, como quieras, vamos al despacho.
1 comentario:
hola Angela, jajajaaja , ta currao me mola un huevo , me estoy enganchando , espero que siga mucho .
un beso
Publicar un comentario