martes, 13 de mayo de 2008

CONTRA EL CALENDARIO (ACTO III)

TERCER CAPÍTULO
EL MISTERIOSO MISHINO


Lo había conseguido, estaba dentro del despacho de “El Gomas”, de Cristof de Village. Aunque eso de despacho tenía más bien poco, era un cuchitril que se sostenía por cuatro paredes amarillentas y sucias, con humedades en todas las esquinas y que olía a rayos. No tenía cuadros con gente famosa o de actores cotizados, tenía a las típicas tías del play boy enseñando pechuga y algunos recortes de periódicos hablando de sus obras de teatro.
El señor Cristof de Village, tenía una mesa de cartas un poco cutre y llena de boquetes de cigarrillo. Sobre ella, había restos de comida de hamburguesas, refrescos, patatas, y bolsitas con salsa de tomate. El cenicero estaba lleno de puros roídos y consumidos que vació en una papelera improvisada en uno de los rincones del despacho. Se sentó en una silla de madera con ruedas y a mi me ofreció una silla de plástico de jardín. Con toda la pasta que debería de tener, cómo podría vivir en un sitio como este- pensé- hasta mi amigo es más limpio con su piso. Y dijo que tenía mujer, eso sería porque no había visto el despacho de su marido, porque si no se quedaría más solo antes que canta un gallo.

-Muchacho, no debes de llevar mucho trabajando como actor, si no, sabrías que a un director, jamás se le puede corregir, más bien ridiculizar como lo has hecho tú. –Se levantó de la silla y quitó una revista que tenía debajo. Me miró a los ojos y se volvió a sentar tirando la revista encima de la mesa- Quiero que sepas que eso no ha estado bien y a partir de ahora tienes escasos minutos para convencerme de que te acepte en mi compañía.
Tragué saliva.
-Tengo que decirle que no tengo experiencia en este ámbito, que nunca he trabajado como actor en un teatro y que sólo me he presentado aquí por una corazonada.
La verdad es que el señor Cristof de Village parecía no escucharme y siguió asintiendo mucho después de yo haber acabado de hablar.
-¿De veras? Vaya, todo eso es increíble. Voy a ser rápido y no me voy a andar con rodeos, aquí en este espectáculo no hay sitio para uno más, tengo bastante con los que tengo y también de sustitutos estoy cubierto. Siento decepcionarte, en tal caso y para no tener que verte la cara nunca más por estos parajes…- se metió la mano dentro de la chaqueta y sacó una cartera marrón llena de papeles, fotos y recortes de periódicos- ten, mira, esta tarjeta es de un buen compañero mío que pronto estrenará una función que lo mismo te puede interesar, llámalo mañana.
-Antonino Valente- leí y miré asombrado y lleno de esperanza a aquel tipo calvo y guarrete que tenía enfrente- Muchas gracias por esta oportunidad, le aseguro que no la desaprovecharé.
Le tendí la mano para que me la estrechara y me levanté, aunque él no me soltó la mano del todo.
-¿Adonde crees que vas?
Me quedé callado y algo desconcertado por la pregunta. Iba a irme ¿dónde pretendía que fuera? –¿Puedo hacer algo por usted?- solté finalmente.
-No pensarás después de haber acusado a uno de mis actores que te puedes ir tan tranquilo sin decirme quién ha sido el inventor de mi mote.
Me puse blanco y empecé a sudar por la frente. ¿Realmente estaba esperando que le dijera quién había sido? Yo no era un acusica. Aún no había entrado a formar parte de esta gran familia que es el teatro y ya me estaba creando enemigos.
-Vera… ya no soy ningún acusica ¿Sabe?
-Ven, vamos para el escenario.

El señor Cristof de Village me llevó arrastrando desde el pasillo hasta donde estaba la compañía. Una vez allí, se desentendió de mí, subió las escalerillas y se colocó en mitad del escenario. Con un simple gesto de sus manos mandó parar la obra y que todos se reunieran en el escenario. Los miró a todos por encima del hombro, a pesar de ser más bajito que la mayoría. Fue de izquierda a derecha, con la mirada fija en cada uno de ellos. Volvió a recorrerlos una vez más por si no habían tenido suficiente, se echó a un lado y empezó a nombrar a unos cuantos, los cuales se adelantaron en la fila, yo estaba atónito, mirando desde abajo, deseando salir de allí.
Por un momento pensé que sacaría un látigo de afiladas cuchillas en los extremos y comenzaría a azotarlos como esclavos, o que cogería un bastón de madera y comenzaría a darles palos en las rodillas hasta que cayeran rendidos a sus pies delatando al culpable.
- Lali, Eric, negro, Alex y Sebastián.- se quedó pensativo mirando a uno más pero que descartó mentalmente negando con la cabeza. - ¡Muchacho!- Gritó dirigiéndose a mí- Estos cinco chicos que ves aquí delante de ti, son los más rebeldes de esta obra, o están durmiendo, o comiendo o no quieren trabajar. Unos auténticos vagos. Todos tienen algo en común, que a pesar de ser los más vagos, son los más admirados por el público y la prensa, aún así son de los que yo más desconfío. ¿El culpable se encuentra entre estos?
Los miré atentamente, aunque su cara no me había sido difícil de olvidar, hice un poquito el papel de tener que identificar al culpable. Lo encontré y lo hallé entre ellos, era el último que había nombrado. Desde luego ese hombre panzón no estaba equivocado en su criterio.
-Sí.- afirmé- y me giré para irme, antes de que alguien se me echara al cuello y me hiciese daño. Mientras pisaba la alfombra roja que me conducía a la salida, un soberano grito me hizo salir corriendo de allí.
-¡Sebastiaaaaaaaaaaán!

1 comentario:

Manuel Rubiales dijo...

Angelita, niña, tu blog ha estado abducido unos días de mi pantalla...¿onde estaba metía shosho...? Por fin ya te encuentro, te cacheo y te leo.
Vinito y besitos.