
Le tiró el cinturón de castidad a la cabeza y le gritó que se lo pusiera él.
Se quitó los grilletes que la esclavizaban y lo dejó a sus pies junto con el mayor de sus reproches.
Le prometió que jamás volvería a verla y que ahora él sería preso de su recuerdo.
Se ha puesto sus mejores vaqueros y va a salir a la calle, porque ella es una mujer, una mujer libre.
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