
Déjame desnudo en la oscuridad, que hoy me falta algo más que una caricia que limpie mi vana esperanza de creer en ti, en mí, en nosotros.
Déjame que baile en ella el tango más triste, para compararla con la soledad infinita que sólo tú sabes ofrecerme.
Déjame que te recite los versos más lastimeros salidos de uno sólo de mis suspiros.
De los labios que me duelen de tanto besar tu boca envenenada, de tus labios impregnados con el sabor de otros labios, otros besos, otro éxtasis.
Y tú vives ajena a este dolor que me quema en el pecho, como si del mismo infierno se tratase, y paseas tu cuerpo aquí y allá, sin reparar ni un solo momento, que son mis ojos los que persiguen inquietos tu movimiento.
Apago la luz porque aquí en la penumbra me siento seguro, del mal de ti, de todos tus males. Pero con la noche vuelves a mí y con ella mi tortura. ¿Dónde has estado? ¿Con quién te has paseado? ¿Hasta que punto le tienes enamorado? Preguntas que chocan de un lado a otro de mi cabeza y que no salen de mi boca porque ya te has desnudado.
Secas mis lagrimas con tu mejilla, cierro los ojos y aspiro tu aroma tan dulce como la melaza, con los dedos recorro tu cuello y con la mano te estrecho fuertemente hacia mí.
Te susurro al oído cuánto te deseo y te muerdo el lóbulo de la oreja mientras sueltas un suspiro y mi mano se dirige a tu entrepierna. Te levanto en peso mientras beso tu boca y te llevo a una esquina de la cama dónde sentada encima mío pegas pequeño botes que a mi me parecen cansados. De la rabia del saber de ese cansancio tuyo, retiro de un manotazo todo lo que hay en la cómoda y te tiendo con dureza en ella, de pié ante ti te penetro rudo, te envisto fuerte, con toda la fuerza que permite mi ímpetu. Y tú chillas por el dolor y por el placer que te causa el saber de mi actuar.
Con una mano acallo tu grito y con la otra sigo atrayendo con fuerza tu cintura hacia mí. Ahora no te salvas, ahora no te libras, ahora sólo soy yo el que te follo. La sola idea provoca un extenuante placer en mi y eyaculo dentro de ti sin importarme lo más mínimo tu placer, ni siquiera te lo mereces.
Pero te levantas de la cómoda y me pegas en la cara, agarro con fuerza tu muñeca y te sacudo como una prenda sucia. De un empujón consigues zafarte de mí dejando la luz encendida.
Déjame desnudo en la oscuridad, que hoy me falta algo más que una caricia que limpie mi vana esperanza en creer en ti, en mí, y en nosotros.
Déjame que baile en ella el tango más triste, para compararla con la soledad infinita que sólo tú sabes ofrecerme.
Déjame que te recite los versos más lastimeros salidos de uno sólo de mis suspiros.
De los labios que me duelen de tanto besar tu boca envenenada, de tus labios impregnados con el sabor de otros labios, otros besos, otro éxtasis.
Y tú vives ajena a este dolor que me quema en el pecho, como si del mismo infierno se tratase, y paseas tu cuerpo aquí y allá, sin reparar ni un solo momento, que son mis ojos los que persiguen inquietos tu movimiento.
Apago la luz porque aquí en la penumbra me siento seguro, del mal de ti, de todos tus males. Pero con la noche vuelves a mí y con ella mi tortura. ¿Dónde has estado? ¿Con quién te has paseado? ¿Hasta que punto le tienes enamorado? Preguntas que chocan de un lado a otro de mi cabeza y que no salen de mi boca porque ya te has desnudado.
Secas mis lagrimas con tu mejilla, cierro los ojos y aspiro tu aroma tan dulce como la melaza, con los dedos recorro tu cuello y con la mano te estrecho fuertemente hacia mí.
Te susurro al oído cuánto te deseo y te muerdo el lóbulo de la oreja mientras sueltas un suspiro y mi mano se dirige a tu entrepierna. Te levanto en peso mientras beso tu boca y te llevo a una esquina de la cama dónde sentada encima mío pegas pequeño botes que a mi me parecen cansados. De la rabia del saber de ese cansancio tuyo, retiro de un manotazo todo lo que hay en la cómoda y te tiendo con dureza en ella, de pié ante ti te penetro rudo, te envisto fuerte, con toda la fuerza que permite mi ímpetu. Y tú chillas por el dolor y por el placer que te causa el saber de mi actuar.
Con una mano acallo tu grito y con la otra sigo atrayendo con fuerza tu cintura hacia mí. Ahora no te salvas, ahora no te libras, ahora sólo soy yo el que te follo. La sola idea provoca un extenuante placer en mi y eyaculo dentro de ti sin importarme lo más mínimo tu placer, ni siquiera te lo mereces.
Pero te levantas de la cómoda y me pegas en la cara, agarro con fuerza tu muñeca y te sacudo como una prenda sucia. De un empujón consigues zafarte de mí dejando la luz encendida.
Déjame desnudo en la oscuridad, que hoy me falta algo más que una caricia que limpie mi vana esperanza en creer en ti, en mí, y en nosotros.
2 comentarios:
Muy bien Angela, usando el verbo sin complejos, ya te lo comenté en una ocasión, no hay que temer el uso que demos a las palabras, todas suenan bien si van colocadas donde merecen y a tí este texto te salió bordaito, altamente estimulante. Decir "follar" es siempre más gratificante que decir "matar", asi que...: ¿para qué vamos a privarnos de practicar tan gozoso verbo...?
Vino y besos.
HOLA MANUEL!
La verdad es que me apetecía mucho utilizar esa palabra, "follar" es que suena como muy sucia, o al menos eso es lo que nos han hecho saber, pero esta claro manuel, a las cosas por su nombre y desde que me lo dijiste, he estado esperando el momento oportuno para utilizarla ^_^
Me alegro que lo hayas disfrutado.
VINO Y VERSOS !!
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