
EL POETA MALDITO (III)
El VINO Y VERSOS no parecía un mal lugar después de todo. A pesar de la mugre que podía llegar a tener, a mi me hacía sentir muy cómoda. La gente hablaba y reía abiertamente sin importarle para nada sus defectos o complejos, aquí todos eran iguales y por lo que me contaba Carola, nadie en ese garito llevaba buena vida. Estaba desde el alcohólico, hasta el putero, pasando por el ladrón, el drogadicto y el camello, el chulo, el corrupto… todo tipo de sabandijas con una sola cosa en común, el vino en grandes cantidades y los versos de sus poetas malditos.
El VINO Y VERSOS no parecía un mal lugar después de todo. A pesar de la mugre que podía llegar a tener, a mi me hacía sentir muy cómoda. La gente hablaba y reía abiertamente sin importarle para nada sus defectos o complejos, aquí todos eran iguales y por lo que me contaba Carola, nadie en ese garito llevaba buena vida. Estaba desde el alcohólico, hasta el putero, pasando por el ladrón, el drogadicto y el camello, el chulo, el corrupto… todo tipo de sabandijas con una sola cosa en común, el vino en grandes cantidades y los versos de sus poetas malditos.
- ¿Y toda esta gente puede pagar la entrada de diez euros? –Pregunté incrédula.- Parecen bastante pobres.
Carola se echó a reír.
- Ya conoces al ladrón.
Me sentí estúpida.
- Pues tiene una manera muy natural de robar a la gente.
- No te preocupes, haré que te lo devuelva. Me has caído bien y me gustas mucho.
Tragué saliva. Nunca en mi vida una tia me había dicho que le gustaba. ¿Qué quería decir con eso? ¿Sería la jerga que utilizan aquí para decir que caes bien? Yo por si acaso no quise profundizar más en el tema y me aparté un poco de ella.
-Tú también molas un montón.-Dije devolviéndole el manotazo en el hombro.
Momentos más tardes un foco alumbró el escenario que se encontraba enfrente. Una silla alta y un micrófono descansaban sobre las tablas de madera. El murmullo de la gente cesó y todos los que estaban de pie en la barra o ligando con la camarera, corrieron a sentarse en sus almohadones para disfrutar del espectáculo.
Carola me pasó el porro que estaba fumando. Yo no fumaba. No había fumado en mi vida, pero decidí que hoy, todo estaba permitido. Desde beber vino y lidiar con fantoches y ladrones hasta fumar porros.
En un susurro de voz Carola se acercó a mí para explicarme lo que sucedería a continuación. De cerca sus ojos me dieron miedo.
-Ahora sube a recitar mi poeta favorito. Es un hombre torturado por el desamor, todas las mujeres con las que ha estado le han sido infiel o le han sacado los pocos cuartos que tenía.
Un día conoció a una chica de veintitantos años, de piel blanca y largos cabellos negros, con unos ojos tan azules como los tuyos. Michelle se llamaba. Él le prometió que no la defraudaría, ella, que siempre le sería fiel. Michelle era diez años más joven que Manuel y ella no estaba preparada para una relación como la que el pedía. Michelle quería conocer carne joven y que todos los chicos se volviesen locos por ella. Hasta que una fatídica noche, al llegar al VINO Y VERSOS, Manuel se encontró a su Michelle con un apuesto joven que le hacía el amor con tanto deseo que… bueno, eso ya te lo contaré en otro momento.
Aun así, el siempre vuelve aquí cada martes lamiéndose las heridas, para hablarnos sobre lo que más añora y que siempre le hace daño: el amor.
Mi poeta maldito se llama Manuel Rubiales.
Un hombre con un cigarro en la boca y ordenando papeles, se sentó en la alta silla y se acercó el micrófono. Pidió que le bajasen un poco más el foco que le daba en los ojos y le deslumbraba. Con la luz más baja y adaptando su vista después, miró a todos los que habían en la sala. Saludó a un tipo que estaba sentado delante nuestro con los brazos en el aire. Por fin se decidió a hablar.
-Buenas noches-La gente empezó a chasquear los dedos en modo de respuesta, me quedé pasmada. -Veo caras nuevas. –decía una voz profunda que hacía temblar los corazones. Me quedé mirándole largo y tendido, no parecía ni borracho, ni putero, ni un maltratador de almas, aunque no había brillo en sus ojos negros, oscuros como la noche. -Bienvenidos a todos, si esta es vuestra primera velada espero que disfrutéis de ella. Si no lo es, ya nadie podrá salvaros.
Vítores y más chasquidos en la sala, me animé a chasquear quizás demasiado tarde, cuando todos habían enmudecido y preparaban sus oídos al deleite de aquel hombre. El poeta maldito me sonrió y noté el rubor en los carrillos. Carola me lanzó una mirada furtiva que esquivé dándole una calada al porro y tumbándome de espaldas y con los brazos extendidos en la moqueta.
-Hoy voy a recitar un poema que he titulado: Rigor mortis. –Más chasquidos.
No hizo falta que se aclarase la voz, para aquel poema no era necesario.
ABIERTAS LAS COSTILLAS,
QUEBRADAS DE ABRAZARTE
ROTA LA PIEL DE LOS LABIOS
GASTADOS DE BESARTE
Y BESARTE
A PULMÓN VACÍO.
LA LENGUA AGOTADA Y TENSA
DE JUGAR CON TU LENGUA INQUIETA.
LAS MANOS, VESTIDAS DE CARICIAS,
SACIADAS DE APRETARTE.
LA BOCA VICIADA DE TU BOCA,
DE TOMAR TU SALIVA ENVENENADA
CON ESTE DESEO MORTAL
EFÍMERO, ETERNO Y AMABLE…
Dolía el alma sólo de escucharle. Tuve que levantarme del suelo y chasquear sin más remedio. Tenía los ojos llenos de lágrimas y el vello de todo el cuerpo de punta. Aquel hombre recitaba con una pasión que no pasó desapercibida para mí.
Siguió así, recitando versos hasta pasada la media noche, bebiendo vino y fumando incansablemente. Siempre cubierto por un halo de humo azul.
El foco se apagó, Carola ya no estaba a mi lado y la gente comenzó a levantarse en silencio y a irse. Me quedé sentada mirando a todos y sin ganas de irme, yo estaba bien allí, para qué abandonar tan pronto el VINO Y VERSOS.
El camarero de fornidos hombros que me atendió anteriormente, venía del escenario y se dirigía hacía mí.
-El señor Rubiales desea conocerla.
Me quedé mirándole y asentí, yo también quería conocerle. Apuré de un sorbo la copa de vino y me dirigí al escenario, pero allí no había nadie, sólo la densa nube de humo azul que Manolo había repartido generosamente por toda la sala. Detrás de las cortinas alguien tiró de mí y me llevó hacia dentro.
SACIADAS DE APRETARTE.
LA BOCA VICIADA DE TU BOCA,
DE TOMAR TU SALIVA ENVENENADA
CON ESTE DESEO MORTAL
EFÍMERO, ETERNO Y AMABLE…
Dolía el alma sólo de escucharle. Tuve que levantarme del suelo y chasquear sin más remedio. Tenía los ojos llenos de lágrimas y el vello de todo el cuerpo de punta. Aquel hombre recitaba con una pasión que no pasó desapercibida para mí.
Siguió así, recitando versos hasta pasada la media noche, bebiendo vino y fumando incansablemente. Siempre cubierto por un halo de humo azul.
El foco se apagó, Carola ya no estaba a mi lado y la gente comenzó a levantarse en silencio y a irse. Me quedé sentada mirando a todos y sin ganas de irme, yo estaba bien allí, para qué abandonar tan pronto el VINO Y VERSOS.
El camarero de fornidos hombros que me atendió anteriormente, venía del escenario y se dirigía hacía mí.
-El señor Rubiales desea conocerla.
Me quedé mirándole y asentí, yo también quería conocerle. Apuré de un sorbo la copa de vino y me dirigí al escenario, pero allí no había nadie, sólo la densa nube de humo azul que Manolo había repartido generosamente por toda la sala. Detrás de las cortinas alguien tiró de mí y me llevó hacia dentro.
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