domingo, 6 de julio de 2008

VINO Y VERSOS (el desenlace)


MANUEL RUBIALES (IV)

Todo estaba oscuro, ese tipo de oscuridad que te hace perder el equilibrio y la orientación. Me quedé allí quieta, esperando a que sucediese algo. Frente a mi, una cerilla prendió y apareció Manuel Rubiales de entre la penumbra encendiéndose un cigarrillo más. Exhalando humo por la boca apagó la cerilla y la oscuridad se hizo patente. Dio una calada y sus ojos oscuros sin brillo, parecían arder en las más profundas llamas del infierno.
-Buenas noches Ángela.
Me quedé boquiabierta. ¿Cómo sabía mi nombre?
-Buenas noches señor Manuel.

Se quitó la chaqueta y unas enormes alas negras brotaban de su espalda. Me asusté tanto que me di la vuelta, pero me agarró de un brazo y me retuvo allí.

-Ellas no van a hacerte nada.-dijo batiendo las alas y acicalándoselas.

Pensé que sería un ser del inframundo, un ángel caído, tal vez un demonio aquí en la tierra, escapado de las puertas del averno. Comencé a arrepentirme de haber entrado en aquel sitio tan siniestro, de haber conocido a Carola y de haber escuchado los versos prohíbidos de aquel poeta maldito.

-No temas, no te voy a hacer nada, sólo quiero hablar un rato contigo y conocerte un poco. Dime, ¿te gusta la poesía?-Sus palabras parecían danzar dentro de su boca.

-Me gusta su poesía. –Dije sin más. El corazón me palpitaba fuerte en el pecho, temí que llegase a oír mis latidos y como si hubiese adivinado lo que pensaba soltó:
- Tranquila, no pasa nada.-Otra calada y sus ojos volvieron a aparecer en la penumbra, estaban fijos en mí. Su expresión era serena y tranquila, confiado de sí mismo. Sostenía en la mano una copa de vino que tenía mucho mejor aspecto del que me habían ofrecido a mí.
- Estoy buscando a Carola. ¿La ha visto?
- Carola… no conozco ninguna Carola.- Mintió.
Me quedé extrañada.
- Si, es la chica que estaba sentada a mi lado.
- ¿Te encuentras bien?
La verdad es que no, no me encontraba bien. Hablar a oscuras sin poderle ver el rostro al poeta maldito me ponía los pelos de punta. Me sentía intimidada y algo confusa. El calor ahí dentro era sofocante. ¿Dónde estaba?
- Toma, - Me dijo ofreciéndome la copa que llevaba entre sus manos. –Este vino te gustará mucho más y te refrescará.
Tomé un buen trago.
-Quiero contarte una historia. Hace ya alguno años, conocí a una joven que me robó el corazón con una mirada. Su sonrisa era la gloria aquí en la tierra y sus besos el vino más dulce y embriagador que haya tomado jamás. Ella juraba estar totalmente enamorada de mí y yo la creí, con esa fé ciega que se tiene de quién nunca te ha mentido y amas sin contemplaciones. -Agachó la cabeza y se peinó la perilla meditando. Se levantó de un salto y me agarró de los hombros.- Yo la quise, la quise tanto o más que a mi propia vida y ella me engañó con un mozo más joven que yo en nuestra propia cama.

Cerré los ojos, para no enfrentarme con aquella mirada oscura que me hacía estremecer. No tenía iris, todo era pupila. Una rabia interna brotaba por cada poro de su piel. Me sentí tan identificada con él que le compadecí. Mi novio también yacía con otra mujer en nuestra misma cama, supe entender el dolor que le causaba en el pecho. Pecho, noté que el pecho me ardía, que todo a mi alrededor giraba, comencé a sudar y no podía articular palabra. A pasos muy lentos quise salir de allí, pero mis piernas, como si fueran cañas de azúcar, se doblaron por las rodillas y caí al duro suelo de detrás del escenario. No podía ver nada, mi respiración era agitada y el calor me ahogaba.
Me había envenenado, aquel tipo del que me compadecía y quería entender, me había drogado y no podía ni moverme.
Manuel dio una calada a su cigarro, su cara estaba justo enfrente de la mía, quise agarrarlo por el cuello y hacer algo, pero estaba totalmente paralizaba.
Noté el roce de sus labios sobre los míos, los paseó por mis mejillas, las que antes se ruborizaron con una sola mirada, detuvo su ascendente marcha y bajó hasta el cuello, aspiró hondo, como si quisiera llevarse consigo el perfume de mi piel. Me miró a los ojos con ternura, y me besó. Un beso cálido, tierno, añorado.
-Amada mía, llevo tanto tiempo esperando tu regreso… No quise hacerte daño, tú lo sabes, pero aquella noche me pudieron los nervios. Siento tanto todo el daño, todo el dolor… Pero eso ya no importa, has vuelto y estás aquí conmigo. Ahora duerme, tranquila, yo te protejo.
Los párpados me pesaban, los músculos me pesaban, mi cuerpo entero pesaba. Me rendí al agotamiento y me quedé dormida.

Desperté con mil agujas clavadas en mi retina, me dolía la cabeza y sentía la boca amarga. Unas arcadas me subieron por la garganta y me di la vuelta hacia un lado de la cama donde había un cubo de hojalata preparado para tal uso. Vomité sin saber muy bien qué, hasta que me encontré mucho mejor. Estaba en una habitación desconocida, tendida en una cama grande con velos de color carmesí y candelabros encendidos por toda la estancia. Quise levantarme, pero aún tenía mareos, así que me incorporé en la cama y volví a vomitar.
-Se te pasará, aunque es posible que durante unos días te siga doliendo la cabeza.- Dijo una voz desde el otro lado de la estancia.- Te he traído una taza de caldo de pollo con avecrem, tómatela ahora que está caliente, te hará bien al estómago.
Esa voz, esa profunda voz que parecía remover la tierra me era familiar. Dio un paso al frente e iluminado por las velas que me acompañaban pude verle el rostro a Manuel Rubiales. Iba vestido de riguroso negro, camisa y pantalones de lino negro y una chaqueta que nuevamente le cubría las alas.
- ¡Tú! Me has envenenado y ahora quieres volver a hacerlo. No tomaré ni una cucharada de ese caldo, ahora mismo me voy de aquí. -Intenté levantarme, pero comprobé que no iba a ser posible. Manolo se echó a reír.
-Me temo que aún tienes los músculos algo débiles amada mía. Siento haberte envenenado y siento tener que decirte que ya no podrás salir de aquí. – Se sentó en una silla que había al lado de la cama y dejó la taza de caldo en la mesita. Acercó su mano para retirarme el cabello de la frente, pegado por el sudor, pero se la aparté lo más rápido que pude.
Me miró con expresión condescendiente y una leve sonrisa se perfiló en sus labios finos, como dibujados a pincel.
-Tú y yo no somos tan diferentes como piensas. Ambos convivimos con la soledad, engañados por aquellas personas a las que amamos, pero aún así no nos rendimos y salimos a la búsqueda de un nuevo amor. ¿No es así?- Hizo un largo suspiro, se levantó de la silla y miró por la ventana. –Ayer mismo, cuando te vi vagar por estas calles, supe que eras tú. Tan triste, tan desolada, y aquel grito, ese llanto amargo, tus ojos, tu piel, tan frágil… Michelle yo…-Se giró hacia mí y me miró a los ojos.- ¿cómo pudiste engañarme? ¿Qué te hice yo?
- ¿Michelle? Yo no soy esa tal Michelle, me llamo Ángela.
- Michelle, Ángela, distinto nombre, mismo espíritu. En el incendio que provoqué aquella noche que encontré a Michelle con otro, su espiritú voló a lo más alto y yo me quedé encerrado aquí para siempre, sin poder volar junto a ella.-un gato negro ronroneaba a sus pies, metió una mano en el bolsillo del pantalón y se agachó para darle de comer al minino. Se pusó en pie y se dirigió hacia mí.- Hoy estoy buscando una compañera que me ayude a sobrellevar la soledad eterna a la que estoy condenado. No la hube encontrado hasta ayer. Eres la reencarnación de Michelle y parecen que los años jamás hayan pasado. Estás aquí para toda la eternidad, vagando conmigo y con Carola y con todas las personas que vinieron al VINO Y VERSOS y murieron en aquel incendio, hace ya quince años.

– ¿Quince años?-Repetí.- Estás… estás muerto. Tú y todos los que ayer estuvieron aquí, ¿sois muertos vivientes?
-Preferimos llamarnos almas en pena, intranquilas porque todos, aquel fatídico martes, dejamos cosas pendientes que hacer en nuestra vida.
-Pero yo estoy viva, yo soy real, yo tengo muchas que cosas que hacer todavía.
-Me temo que no cariño mío, tú estás tan muerta como nosotros. Mantienes la frescura en la piel, pero eso no tardará mucho en desvanecerse. Tu alma está muerta, maldita, deshecha en jirones. La gente que es feliz no llega a ver este local. En su lugar creo que hay una pastelería con bollitos de crema que huelen a gloria bendita.

Intenté procesar toda la información en mi cabeza. Aun no sabía si estaba soñando o todo aquello era cierto.
-No estás soñando amada mía.
-¡Deje de llamarme así! ¡Yo no soy nada suyo! ¡Déjeme salir de aquí, quiero salir de aquí!


Una voz canturreaba una canción y sin llamar entró en la habitación.
-Hola bella durmiente, ¿cómo te encuentras?-Dijo mirándome, aunque acercándose a Manolo y besándole en los labios. Era Carola. -¿Ya lo sabe no?- Manuel asintió.
-Que te parece, pasar toda la eternidad juntas… a todo se acostumbra una, no creas. Poco a poco empezarás a entender que todo lo de ahí fuera, eso que llaman vida, no es vivir. Esto es vida, eterna. Siempre serás joven y no tendrás una sola arruga que marque tu edad. Vivirás tanto de día como de noche y harás siempre lo que te apetezca.
-¡A mi me apetece salir de aquí! –inquirí.
Carola y Manuel se miraron.
-Te quedarás. –Dijo Manuel solemne, el gato negro salió huyendo de la estancia. -Esto es VINO Y VERSOS, todo el que entra, no sale. Ve despidiéndote de todos tus recuerdos, aquí no te hacen falta.- Con un gesto leve de cabeza incitó a Carola a marchar de la habitación con él.- Dentro de un par de días te encontrarás mejor. Hasta entonces.

Los primeros días transcurrieron con lentitud. Fuera, volvía a llover y todo parecía estar con la misma calma con la que abandoné mi mundo real. Ahora todo eso ya ha cambiado.
Con el paso del tiempo aprendí que VINO Y VERSOS era algo más que una tasca, un garito, un local, un bar o una gruta. El VINO Y VERSOS era una nueva vida para todos aquellos que no encuentran su sitio en el mundo externo y su alma pide a gritos algo diferente, un lugar donde encajar.
Un martes al anochecer, estaba repasando con Manuel un nuevo poema que no había salido a la luz.
-Estoy nervioso corazón mío, hace años que no recito nada nuevo. –Dijo apretándome con fuerza las manos.
- Los vas a impresionar, como siempre.- Sostuve sus manos y las besé. Alzó mi barbilla y me besó con afecto.
- Te quiero Michelle.
- Ángela cariño. Yo también te quiero. Ánimo.

Al bajar del escenario, pedí una copa de vino y avisté una mesa donde una joven se sentaba sola y miraba perpleja nuestro mundo. Con sigilo me senté a su lado.


-Hola ¿Eres nueva por aquí? No te había visto nunca.- Repetí las palabras que una vez dichas, me hicieron cautiva para siempre de VINO Y VERSOS.

1 comentario:

Girasol dijo...

Uhh, ha costado, ha costado pero ya lo tenemos. ¡¡El desenlace de VINO Y VERSOS!!
Como ya dije anteriormente, es el primer relato x partes que consigo terminar y del q me siento muy contenta y satisfecha.

La idea de escribir VINO Y VERSOS no me llegó por obra divina, me inspiré un poco en El juego del Ángel. El Zafón que es un maquina. Creo q todos necesitamos una referencia para poder escribir, aunque luego tengas tu manera (chapuzilla en mi caso) de crear y darle forma a una historia.

Desde que escribí el "El bosque de wellssinster" q no había hecho nada similar y tenía muchas ganas.

En fin, espero que hayais disfrutado con VINO Y VERSOS como yo he disfrutado escribiendolo.
pues eso:

VINO Y VERSOS A TODOS.