La primera noche que Emilio durmió en su nuevo piso, un escalofrío le recorrió la espalda de arriba abajo, al girarse de dio cuenta que la ventana del salón estaba abierta de par en par, se acercó a ella y la cerró.
Conectó la calefacción y se puso manos a la obra en la cocina. Como no tenía invitados cocinó para él una dorada pequeña con sus patatitas al horno, su pimiento verde y su tomate junto con una ensalada ligera. Se permitió el lujo de abrir una botella de vino blanco y se la sirvió en copa grande mientras la dorada terminaba de hacerse. Tomó un largo trago de aquel Rioja y se quitó las zapatillas tirándolas de cualquier manera por el salón. Se fue a la cadena de música y puso un compita de Blues para relajarse. Se sentó en el sofá, chasqueando con una mano a ritmo de Blues cuando sonó el clic del horno.
Cuando acabó con la cena y la botella de vino y cuando el CD terminó el último tema, Emilio, agotado por el trabajo de la casa cayó rendido en la cama de su habitación, pero poco más tarde, la puerta se cerró con un sonoro portazo. Se despertó sobresaltado y con la boca seca del susto. Se levantó para beber un vaso de agua cuando un nuevo escalofrío le recorrió la espalda. Al salir de la cocina y pasar por el salón descubrió desconcertado que la ventana estaba abierta de par en par.
- Juraría haber cerrado la ventana cuando llegué. Lo mismo con el calor del vino la volvería a abrir…
Hizo una parada en el cuarto de baño para evacuar todo lo bebido anteriormente, sintió su persona reflejada en el espejo, aunque no fue lo único que vio. Se paró antes de bajarse los pantalones, dio marcha atrás para encender la luz y volvió a fijarse bien en el espejo. ¿Lo que había visto era una cara pequeña que le sonreía amargamente? Miró detrás de la puerta del cuarto de baño, pero sólo encontró su albornoz colgado del pequeño perchero blanco que él mismo había atornillado en la reforma de la casa.
- Jajaja. Emilio, el sueño te hace pasar malas jugadas.
La noche dio paso a la mañana y para entonces Emilio ya había olvidado el incidente de la noche anterior, se duchó, se afeitó, se puso a desayunar, se vistió y corriendo se fue a trabajar.
Emilio de 34 años, abrió la puerta de su casa mientras hablaba por el móvil y casi se cae cuando pisó un cochecito que se dirigía a él. Se agachó a recogerlo y miró al salón, la cortina estaba aún en movimiento y esta vez la ventana estaba cerrada.
- Ricardo te llamo luego. -Y colgó el teléfono sin más- ¿Quién anda ahí? ¿Rita eres tú? ¿Mamá? Si esto es una broma no tiene gracia. ¿José?
Emilio registró la casa con todas sus habitaciones, pero no halló a nadie en ella. Todo aquello no le daba muy buena espina. Se quedó pensativo en el pasillo y abrió la mano. - ¿De donde ha salido este coche?- Aquel cochecito sucio y arañado le era familiar, una vez fue suyo, pero de eso hacía muchos años. Se lo llevó a una excursión al bosque y se lo dejó olvidado en un tronco para jugar con sus amigos al fútbol. Una voz a su espalda le devolvía a la realidad.
- ¿Me devuelves mi coche?
Otro escalofrío le bajaba por la espalda, abrió grandes los ojos y pegó un brinco para ver quién le había dicho eso. El cuerpo empezó a temblarle y le sudaban las manos. Una niña muy guapa de aspecto alegre de unos seis años estaba frente a él mirándole fijamente, con la ropa tan sucia como el propio coche y la piel tan blanca que podría confundirse con la pared del pasillo.
- ¿Quién eres? ¿Cómo has entrado en mi piso? ¿Qué haces aquí?
La niña sonrió ampliamente sin complejos y Emilio se asusto al verle la boca y los dientes podridos completamente.
- ¿Me devuelves mi coche?
- Sólo cuando me digas quién eres y qué haces aquí. ¿Cómo y cuando has entrado? ¿Qué hacías jugando aquí? Tu madre tiene que estar preocupada. Es muy tarde para estar fuera de casa ¿no crees? ¿Cómo te llamas?
La niña borró su sonrisa de la cara y miró amenazante a Emilio.
- Devuélveme mi coche.
Emilio se agachó hasta ponerse a la altura de la niña, aunque le entraron ganas de levantarse cuando olió el hedor que desprendía:
- ¿De dónde has sacado este coche?
- Ese coche es mío.
Emilio se quedó pensativo y recordó la imagen que vió anoche en el espejo del cuarto de baño. Abrió la boca y se apartó un poco de ella.
- Ayer también estabas aquí. Te ví anoche en el cuarto de baño. ¿No es verdad? No estaba solo, tú estabas reflejada en el espejo. ¡Dios mío! ¿Quién eres?
- Esa no era yo. Sería mi hermana.
- ¿Tu hermana también está aquí? – Y sintió un toquecito en la espalda.
- Devuélvele el coche a mi hermana. No querrás que se ponga a llorar y que yo me enfade contigo.
Emilio soltó un grito que le oprimía el pecho desde el primer momento en que vio a la primera niña, se puso de pie y salió corriendo al salón.
- ¿Quiénes sois? ¿Qué hacéis aquí? ¿Cómo habéis entrado?
Ambas niñas se miraron y se sonrieron, las dos con los dientes podridos, una imagen que sería muy difícil de borrar. Sentían el miedo en la cara de Emilio, eso les hacía gracia, y se rieron juntas al unísono. Emilio seguía dando pequeños pasos sin mirar atrás, buscando la puerta de casa. Las niñas se percataron de que estaba buscando una salida para huir, cuando ellas sólo querían jugar, entonces, las risas cesaron y ambas salieron corriendo hacia Emilio.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho… Ocho eran las gotas de sangre que el Inspector Jefe de policía Mateo, había contado que chorreaban del cuello de Emilio Delgado, antes de gritarle a su equipo forense que quería a aquel asesino en serie entre rejas esa misma noche.
Al parecer, una vecina del bloque, abrió la ventana de su cuarto de baño y se encontró la cabeza de su vecino colgada de la barra de la ducha. Un pequeño coche estaba atravesado en su garganta.
Los solteros y los hombres que viven solos, hace mucho tiempo que dejaron de estar seguros en sus casas. Si sientes un olor a podrido en tu casa, ten bien abierto los ojos. Si ves en el espejo a alguien más que tu reflejo, no dudes por un instante de que puedan ser ellas. Esas niñas sólo quieren jugar contigo, andan buscando a un padre que quiera jugar con ellas. No tientes la suerte, no salgas corriendo, no vale la pena.
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Un momento, ¿Quién está detras del sofá?

4 comentarios:
Vigila Miguel...
jajajajaj, Angela eres unica
Cada dia escribes mejor y cada minuto que pasa me demuestras la habilidad que tienes escribiendo relatos.
De todas maneras estare vigilando mis espaldas , suerte q a mi los cochecitos no me gustan .jaajjaaj
Me a encantado de verdad. toy deseando leer otro mas.
quien te iva a decir que hacer casi un año ivasa escribir y hacer un bloc, Angela , no cambies sigue a si, porque me encanta en la persona que en que te has convertido .
un besote y cuidate .
Cada día mejor paisana. te estás conviertiendo en una estupenda "cuentista".
MANOLOOOO: Muchas gracias. :) Ahora que yo me he estao fijando en la foto y la de la izquierda me da mal rollo....
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