Ayer cuando salí de trabajar, me encontré con una chica que llevaba un libro en las manos. No lo puedo controlar, cuando veo a alguien con una novela en las manos, tengo que saber imperativamente qué demonios está leyendo.
El libro que portaba la chica, llevaba tanto tiempo en mi habitación, que por el color de la pasta supe, decepcionadamente de cual se trataba. Un pellizco me cogió ahí, en medio del estómago ¿Cuánto tiempo podría llevar ese libro en mi mesita de noche?
Cuando llegué a casa, sinceramente no le eché cuenta al libro, ni siquiera lo miré. Y sabéis eso que estáis en medio de, que sí, de que no te quedas dormío, que no tienes muy claro si estás despierto o medio soñando vamos. Pues en ese momento vuelvo a recordar el puñetero libro, pero cómo para leer estaba yo, opté por darme una vuelta por los alrededores de Morfeo que mañana Dios dirá.
Me levanté y me enfrenté a él:
-Hoy, tú y yo arreglaremos cuentas.
Y me fui a desayunar. Sí, sí, lo leería, pero más tarde, que entonces yo tenía hambre.
Hice treinta mil cosas antes de ponerme a leer el libro. No sé, últimamente cómo que no se me apetece mucho leer. No sé porqué, eso me pone un poco triste. Le eché la culpa al trabajo, por eso de que es más fácil echarles las culpas a los demás que a uno mismo.
Pero me senté en la cama y mirándolo con cara de pocos amigos decidí retomar la lectura. Me da rabia dejar los libros a la mitad porque luego te ves obligado a leerte un par de capítulos anteriores para recordar en el momento que lo dejaste y meterte un poco en el ambiente.
Pero lo recordé perfectamente, además lo dejé en un punto ya bastante avanzado, no entiendo porqué lo dejaría a la mitad. La cuestión es que, en una hora lo devoré enterito.
No hay mejor sensación que el de terminar una novela, porque es cuando sucede la magia de una buena lectura.
Y a mí ésta me ha desgarrado el alma.
Para aquellos que no lo han leído, hagan el favor de comprárselo.
Y para los que lo han leído, ya la novela en sí, por la manera en que escribe es muy divertida y amena para tratar un tema tan triste. Pero el desenlace ha sido tan sutil, pero rotundo. Lo que hubiese dado por estar allí e impedir esa locura
“…Shmuel sonrió y asintió con la cabeza. Entonces Bruno supo que lo había perdonado. A continuación, Shmuel hizo algo que nunca había hecho: levantó la base de la alambrada como hacía cuando Bruno le llevaba comida, pero aquella vez metió la mano por el hueco y la dejó allí, esperando a que Bruno hiciera lo mismo, y entonces los dos niños se estrecharon la mano y se sonrieron.
Era la primera vez que se tocaban.”
EL NIÑO CON EL PIJAMA DE RAYAS.
John Boyne.
viernes, 8 de febrero de 2008
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2 comentarios:
olaaaa!!!
como stas??
pues en referencia a lo q acabo de leer, solo puedo decir que:
leer bien es cultura,
cultura es inteligencia,
inteligentes hay muy pocos,
por lo tanto son muy pocos los q leen y son cultos!!
afortunadamentes, tu y yo y unos pocos más leemos, nos culturizamos y por supuesto somos inteligentes!!! jejejeje
un besote muy grande wapaaa!!!
muuuuaaaakkkkkk
--- te admiro y te adoro----
Lauri.
Muchas gracias LAURA!!!!
UN BESITO MUY FUERTEEEEE!!
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