MARIA Y EL DÍA DE ANDALUCIA

Se abrió la puerta del lavabo para mujeres y de ella salió María totalmente desorientada. Subió las escaleras hasta el segundo piso y se postró junto a la gran cristalera que daba al parking. Tocó con las palmas de sus manos el frío ventanal y, apoyándose en la pared se dejó deslizar hasta sentarse en el suelo, su frente dio a parar al cristal que la separaba del exterior.

Sabía que venían tiempos difíciles para ella, no iba a ser tarea fácil salir ilesa de la tempestad en la que le había tocado embarcarse y no por decisión propia. María se hundió, y sus ojos se llenaron de lágrimas, las manos comenzaron a temblarle y el corazón era un festival de tambores tocando sin cesar distintos compases.
Su desconsolado llanto se vio truncado cuando el cielo rugió con tal fuerza que parecía querer despegarse de donde estaba sujeto y partirse en mil pedazos. La verdad es que el gris oscuro y la congestión de nubes que cargaba el cielo venían avisando algo similar.
Varias gotas cayeron sobre el asiento de su moto, otras tantas sobre el asfalto y sobre las cabezas de las personas en los que la lluvia le había cogido desprevenidos. Montjuic vibraba de alegría a medida que el agua iba cayendo con más intensidad.
En pocos minutos, el techo del aparcamiento formaba transparentes cortinas de agua que rebosaba por los lados y mojaba la chapa de los coches de sus compañeros de trabajo.

Absorta en sus pensamientos, se quedó mirando la intensa lluvia que le impedía ver más allá del recinto del parking. Una gran humedad, la niebla y la fuerza que traía la lluvia, daban la sensación de que alguien había cogido una goma de borrar y quisiera difuminar todo el paisaje que la rodeaba. El agua empezó a entrar por la planta baja del edificio sin mayores consecuencias.

Tras media hora de diluvio, el cielo dio tregua en su propósito de querer ahogar todo lo que se interpusiera en su camino, dejando paso un cielo menos cargado de nubes y más sereno.
María se encontraba extrañamente tranquila y sosegada, sentía un peso menos en el alma y encontró las fuerzas necesarias para sacar las palmas de sus manos y levantar la frente del cristal, para ponerse en pie y retirar la vista del ventanal.
Satisfecha con el impresionante acto de la naturaleza, soltó un suspiro más grande que ella misma y con una ancha sonrisa volvió a su puesto de trabajo.

El cielo lloró por ella todas las lágrimas que llevaba dentro.



DESEO A TODOS LOS ANDALUCES DEL PLANETA UN MERECIDO DÍA.

¡¡ FELIZ DÍA DE ANDALUCIA COMPAÑEROS!!

"Como dijo Blas Infante: Andaluces levantaos, perdón que no me levante, pero estoy mejor sentao...." Los Yesterday